Ya van casi 10 meses desde que, junto a mi Laura, partimos esta ruta. La hemos caminado a paso firme, las dos. Algunas veces acompañadas, otras veces observadas y otras en soledad. Y es que nadie, que no haya pasado por lo mismo, puede dimensionar lo que se vive. La angustia, la pena y sentimientos ambivalentes.
Enfrentar una alergia alimentaria no es simple. Lo más difícil es que no existen exámenes a ciencia cierta que diagnostiquen lo que le pasa a tu guagua. Son sus dolores de guata “cólicos” de 4, 5 hasta 8 horas. Son cacas líquidas o con mucosas (que al comienzo ni siquiera sabes mirar), son deposiciones con sangre (visibles u ocultas), son vómitos explosivos, son ronchas en la piel, son “rebalses” de leche, son molestias por reflujo.
Pueden ser dos, tres, un sólo síntoma o todos juntos. Y es que todo puede ser. Las reacciones pueden ocurrir al mismo momento del contacto con el alérgeno o al día siguiente o al posterior o 72 horas después.
En el camino, los profesionales no están todos bien informados pues se trata de una “enfermedad” nueva, vas haciendo esto y aquello, vas metiendo y sacando alimentos. Es así como partes tu dieta de exclusión, para poder alimentar a tu guagua con tu leche, pero sin dañarla. Es horrible. Es contradictorio. Tu leche es lo mejor y lo peor del mundo para tu guagua. Es remedio o enfermedad y sólo depende de ti.
Sí, depende de ti, una mujer de pos parto, puérpera, soñolienta, desinformada. Sola.
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Alergias Alimentarias: cuando comer te enferma
Al comienzo no lo entendía, hoy –luego de 300 días- lo comprendo absolutamente, de cómo algunas madres llegan a comer por meses sólo dos alimentos. Y lo hacen con una fortaleza enorme, en silencio y con la fe de que su guagua se está alimentando sin dolores ni daños. No es casualidad, no hay mejor manera de llamar a esta dieta, no hay mejor manera de nombrarla: Dieta del amor. Es que no hay otro nombre que pueda expresar de dónde sacas la fuerza, la resignación para lograrlo.
Y es que más allá del diagnóstico y dar con los alimentos que puedes comer sin que tu guagua presente síntomas posteriores, comienzas a ver el mundo con una perspectiva nueva, un prisma distinto. Tus familiares y amigos se parten dividiendo en dos grupos: los que realmente quieren saber de qué se trata esto y a lo menos leen una descripción rápida en google de los que es la APLV y AAM (alergia a la proteína de la leche de la vaca – caseína- y alergia alimentaria múltiple). Y los que creen de frentón que eres una mamá cuática que ya está medio chiflada y “no te creen” que no puedas comer galletas craquelet o pan de molde.
Así, descubres y valoras gente preciosa que, si bien hasta ese momento había caminado contigo, nunca habías dimensionado el grado de preocupación podían llegar a tener por tu cachorro y tú. Además, para llevar estos 300 días con cordura, aprendes a buscarle un sentido a paseos y panoramas más allá de la comida. Aprendes a alimentarte sano, sacando a la fuerza los alimentos procesados y “chatarra”. Y vas trabajando el desapego, el dejar pasar frente a tus sentidos esas comidas ricas que tanto te gustan.
Personalmente, estos 300 días han sido complejos, pero llenos de aprendizaje. Nunca había puesto a prueba mi fuerza de voluntad a este nivel, enfocando todas mis energías en lograrlo por amor. La dieta del amor me ha empoderado, me ha dado la oportunidad de confirmar que puedo con humildad, por amor a mi familia y a mí, lograr cualquier cosa.
Daniela Parra (junto a Pato, padres de Pipe y Lau)
@daniparraperiodista en Facebook
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